lunes

A veces olvidaba que tenía que darse cuerda y se quedaba allí, parada en medio del salón, con los ojos muy abiertos y el corazón atascado entre la tercera y cuarta costilla. Muchas veces se le olvidaba sentir, igual que se le olvidaba de casi todo, y su triste corazón, allí metido, veía como se iba el tiempo con uno de esos dolores feos que se ponen cuando se te infecta el amor que guardas dentro de ti. Así que después de un tiempo, empezó a hacer planes de huida, pero al final se sentía acorralado y solo podía ponerse de morros y rebelarse una vez que ella se recuperara. A veces tardaba días en pasar, bien porqué no llamaba nadie a la puerta o bien porqué se le contraía un mecanismo en el pecho, pero al final siempre se arreglaba y podía volver a moverse. Y justo entonces el corazón se le detenía, entre disgustado y triste, y en ese momento ella sufría las consecuencias de ser tan olvidadiza. Pero un día, cansada de esa arritmia constante, de aquella cosa tan estúpida que le dolía, decidió sacárselo y dejarlo en libertad.
-Te las arreglas tú solo.- dijo
Él se hizo el valiente, tan duro como solía serlo, y ni adiós le dijo. Pero ella siempre supo que volvería, echaría de menos a su quinta costilla, de la que estaba enamorado en secreto. Volvería pronto, después de unos días andando por la calle, se presentaría con un ramo de peonias en la puerta de casa para pedirle perdón.

Pero pasó el tiempo, y pese a que los días eran cada vez más fríos, él no volvía. Quería decirle que había aprendido a no ser tan olvidadiza, pero el no había dejado señas y no sabía donde podía encontrarlo. Así que empezó a ignorar las preguntas relacionadas con él, y cuando se ponía triste, decía en voz muy bajita "pum pumm.." para que los demás no pensaran que no tenía corazón y no se preocuparan por ella.
Ando así, fingiendo que tenía corazón hasta que se le fue apagando la voz, porque ya se sabe que sin corazón las cosas se cansan y se duermen y empezó a pasarse todo el día quieta en el salón, sin darse cuerda y sin ganas. Esperando que el volviera. Aún así sabía que si lo había dejado marchar lo más probable es que no volviera jamás, que lo había perdido para siempre. Sin lágrimas, porque no ya no tenía, pero con una pena en los ojos, que si él la hubiera visto, se habría quedado a su lado para siempre, para no irse nunca.



p.d: esta es Amelia, dicen que nos parecemos en algo, 
quizás sea en las tormentas eléctricas que nos cuelgan a veces de las pupilas.