jueves

Algunas noches solía pensar que eres París. Vestido en la calle, desnudo en la cama. Pensaba eres París porque eres bello. Y no lo decía porque sabía que nunca llegarías a creerlo del todo.

Había llorado. No hacía mucho, quizás antes de doblar el pijama, puede que después del paseo. Había llorado con lagrimas diminutas, con tristeza, con temblor, con la flojera que invade el cuerpo algunas veces. Y te imaginaba llorando, en silencio, en otra habitación y en otro mundo, pero con las mismas lagrimas diminutas, por la misma herida que solo es el recuerdo de otra mucho más grande.