lunes

Está desnuda, como siempre que está en esa cama. 


Respira la piel, tiembla, suda los olores de la calle. Está desnuda y lloriquea 
con los ojos secos, como lloran los cobardes, como el miedo de los valientes. 
Y sin embargo, él olía como el mar. Un mar amplio y caliente recostado en su tripa, calmando el peso y el dolor, lo tímido de un primer recuerdo que se oprime en 
las costillas, que cura la herida que tanto hace llorar.