domingo

Las nubes son grises y en cualquier momento se pondrá a llover.
Pero la lluvia no termina de caer y todo se queda en un frío que te cala los huesos, se acomoda entre las costillas y ya no sabes como sacarlo de ahí. Lees un libro sentado en la terraza esperando ver la primera gota. Pero ni llueve ni te concentras, así que acaricias al gato que duerme enroscado a tus pies, y parece que no le importan ni tus ganas de lluvia ni tu miedo en los ojos. Ella no ha llamado y todo se resume a eso. Si ni siquiera te gusta leer. Ni la lluvia. Es más, odias la lluvia. Pero te cabrea que ella no se haya dignado a llamar.