miércoles

Te rozo.
Las yemas de mis dedos dibujan besos en tu hombro. 
Tus ojos me miran por dentro. Sonrío, me sonrojo.
Mi pierna que se enreda con la tuya, tu mano que acaricia mi cadera. A través de la ventana la noche se muere de frío, pero las paredes de la habitación sudan calores.


Y sigo dibujando, los lunares de tu cuello, las dos y media en un reloj que se ha quedado sin fuerza. Hay verdades despuntando en tus pupilas, no te atreves a decírmelas. Pero no importa, yo me las como todas, a mordiscos, mientras recorro tus costillas con un dedo que tiembla de esperanza.