lunes

Se encuentran sus caderas y saltan chispas. 

Ella las aprieta con las manos, se quema la palma y dice un ay en formato susurro. Pero no pares por favor. Él se la bebe, la templa, acopla sus costillas entre los espacios vacíos de su pecho. Van a cuatro mil revoluciones por minuto y se miran, se miran tanto que duelen las pupilas. Un dolor de sonrisa, de sigue por favor.